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La reveación divina en el Antiguo Testamento

La reveación divina en el Antiguo Testamento

La Biblia está llena de historias y eventos que pueden confundir y sorprender al lector. Uno de estos eventos es el sueño de Jacob en Génesis 28. En este relato, Jacob tiene un sueño en el que ve una escalera que llega al cielo y ángeles subiendo y bajando por ella. Pero, ¿qué mensaje se reveló en este sueño?

Para entender el significado del sueño de Jacob, primero tenemos que entender quién es él y cuál es su importancia en la historia bíblica. Jacob es uno de los hijos de Isaac y nieto de Abraham, quien fue elegido por Dios para ser el padre de la nación de Israel. Jacob también recibió una promesa de Dios de que su descendencia sería tan numerosa como el polvo en la tierra (Génesis 28:13-15).

Entonces, ¿qué significa la visión de la escalera en el sueño de Jacob? La escalera en sí misma representa la conexión entre la tierra y el cielo, y los ángeles subiendo y bajando por ella representan la comunicación entre Dios y la humanidad. Es importante destacar que los ángeles no suben y bajan por la escalera solo una vez, sino de manera constante. Esto sugiere que Dios está siempre presente y disponible para comunicarse con nosotros, y que nuestra conexión con él nunca se desconecta.

El sueño de Jacob también es una prefiguración del ministerio de Jesús. En Juan 1:51, Jesús se refiere a sí mismo como la escalera que une el cielo y la tierra, y dice que los ángeles suben y bajan por él. De esta manera, Jesús se coloca en la posición de ser el mediador entre Dios y la humanidad, permitiendo una conexión continua y siempre presente.

Además, el sueño de Jacob también representa el plan divino para la salvación. En Génesis 28:14, Dios le dice a Jacob que su descendencia se extenderá por todas partes y será una bendición para todas las naciones. Esta promesa se cumple en Jesús, quien es descendiente de Jacob y es la bendición para toda la humanidad. La escalera en el sueño de Jacob representa la conexión directa y constante que se ha establecido entre Dios y la humanidad, a través de Jesús.

Por otro lado, el sueño de Jacob también es un recordatorio de la presencia de Dios y su constante cuidado hacia nosotros. Jacob estaba en una situación difícil en el momento del sueño, había huido de casa de su hermano Esaú y estaba solo en el desierto. Sin embargo, Dios se comunica directamente con él a través del sueño y le hace una promesa de bendición y protección.

Es importante destacar que Dios no solo estaba presente y disponible para Jacob en ese momento, sino que también lo está para nosotros hoy en día. Dios está siempre presente, aunque a veces puedan parecer que estamos solos y abandonados. Podemos estar seguros de que Dios se comunica con nosotros de diversas maneras, incluso a través de sueños y visiones.

En resumen, el sueño de Jacob es una visión de la conexión entre la tierra y el cielo, y de la constante comunicación entre Dios y la humanidad. La escalera representa la conexión establecida a través de Jesús, y los ángeles subiendo y bajando por ella representan la comunicación directa y continua entre Dios y la humanidad. El sueño también es una promesa de la salvación a través de Jesús, y un recordatorio de la presencia constante de Dios y su cuidado hacia nosotros. En última instancia, el sueño de Jacob nos recuerda que Dios siempre está presente y disponible para nosotros, y que podemos comunicarnos con él en cualquier momento y en cualquier lugar.

La reveación divina en el Antiguo Testamento

La Biblia está llena de historias y eventos que pueden confundir y sorprender al lector. Uno de estos eventos es el sueño de Jacob en Génesis 28. En este relato, Jacob tiene un sueño en el que ve una escalera que llega al cielo y ángeles subiendo y bajando por ella. Pero, ¿qué mensaje se reveló en este sueño?

Para entender el significado del sueño de Jacob, primero tenemos que entender quién es él y cuál es su importancia en la historia bíblica. Jacob es uno de los hijos de Isaac y nieto de Abraham, quien fue elegido por Dios para ser el padre de la nación de Israel. Jacob también recibió una promesa de Dios de que su descendencia sería tan numerosa como el polvo en la tierra (Génesis 28:13-15).

Entonces, ¿qué significa la visión de la escalera en el sueño de Jacob? La escalera en sí misma representa la conexión entre la tierra y el cielo, y los ángeles subiendo y bajando por ella representan la comunicación entre Dios y la humanidad. Es importante destacar que los ángeles no suben y bajan por la escalera solo una vez, sino de manera constante. Esto sugiere que Dios está siempre presente y disponible para comunicarse con nosotros, y que nuestra conexión con él nunca se desconecta.

El sueño de Jacob también es una prefiguración del ministerio de Jesús. En Juan 1:51, Jesús se refiere a sí mismo como la escalera que une el cielo y la tierra, y dice que los ángeles suben y bajan por él. De esta manera, Jesús se coloca en la posición de ser el mediador entre Dios y la humanidad, permitiendo una conexión continua y siempre presente.

Además, el sueño de Jacob también representa el plan divino para la salvación. En Génesis 28:14, Dios le dice a Jacob que su descendencia se extenderá por todas partes y será una bendición para todas las naciones. Esta promesa se cumple en Jesús, quien es descendiente de Jacob y es la bendición para toda la humanidad. La escalera en el sueño de Jacob representa la conexión directa y constante que se ha establecido entre Dios y la humanidad, a través de Jesús.

Por otro lado, el sueño de Jacob también es un recordatorio de la presencia de Dios y su constante cuidado hacia nosotros. Jacob estaba en una situación difícil en el momento del sueño, había huido de casa de su hermano Esaú y estaba solo en el desierto. Sin embargo, Dios se comunica directamente con él a través del sueño y le hace una promesa de bendición y protección.

Es importante destacar que Dios no solo estaba presente y disponible para Jacob en ese momento, sino que también lo está para nosotros hoy en día. Dios está siempre presente, aunque a veces puedan parecer que estamos solos y abandonados. Podemos estar seguros de que Dios se comunica con nosotros de diversas maneras, incluso a través de sueños y visiones.

En resumen, el sueño de Jacob es una visión de la conexión entre la tierra y el cielo, y de la constante comunicación entre Dios y la humanidad. La escalera representa la conexión establecida a través de Jesús, y los ángeles subiendo y bajando por ella representan la comunicación directa y continua entre Dios y la humanidad. El sueño también es una promesa de la salvación a través de Jesús, y un recordatorio de la presencia constante de Dios y su cuidado hacia nosotros. En última instancia, el sueño de Jacob nos recuerda que Dios siempre está presente y disponible para nosotros, y que podemos comunicarnos con él en cualquier momento y en cualquier lugar.

Uno de los personajes más importantes del Antiguo Testamento es Abraham, quien es considerado el padre de las tres grandes religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el islam. En Génesis 12, encontramos el relato de cómo Dios se reveló a Abraham y le hizo una promesa que cambiaría el curso de su vida y el destino de su pueblo.

Índice
  1. La llamada de Abraham
  2. La promesa de descendencia
  3. La fe de Abraham
  4. La importancia de la revelación de Dios a Abraham
  5. Cómo se reveló Dios a Samuel cuando era niño
  6. Jeremías recibe la llamada de Dios
  7. Dios equipó a Jeremías mientras estaba en su vientre
  8. Todos somos llamados a servir a Dios

La llamada de Abraham

Génesis 12 comienza con una llamada divina que se dirige a Abraham, quien entonces se llamaba Abram: "Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré" (Génesis 12:1). Había una promesa en esa llamada, una promesa de bendición y de que él sería una gran nación: "Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre" (Génesis 12:2).

La respuesta de Abraham a la llamada de Dios fue de obediencia inmediata. Él tomó a su esposa Sarai, a su sobrino Lot y todos sus bienes, y partió hacia la tierra de Canaán. Fue un acto de fe que sería recompensado abundantemente.

La promesa de descendencia

Una vez que Abraham llegó a la tierra de Canaán, Dios se le volvió a aparecer y le reiteró su promesa de descendencia: "A tu descendencia daré esta tierra" (Génesis 12:7). En ese momento, Abraham no tenía hijos y su esposa Sarai era estéril. Sin embargo, él creyó en la promesa de Dios y esperó pacientemente.

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La fe de Abraham

La historia de Abraham en Génesis 12 es un ejemplo de fe y obediencia. Él creyó en la promesa divina, a pesar de las circunstancias y los obstáculos que se le presentaron. Esta fe se vio recompensada cuando, a los 99 años de edad, Dios le dio un hijo, Isaac, y le renovó su promesa de bendición y de que su descendencia sería como las estrellas del cielo (Génesis 15:5).

En la Biblia, Abraham es presentado como un modelo de fe: "Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba" (Hebreos 11:8). Su obediencia y confianza en Dios es lo que lo hizo merecedor de la promesa y lo que lo convirtió en un ejemplo para todos los creyentes.

La importancia de la revelación de Dios a Abraham

La revelación de Dios a Abraham fue un momento crucial en la historia de la salvación. Fue la promesa de bendición a Abraham y su descendencia lo que llevó a la formación del pueblo de Israel, quienes serían los custodios de la ley y los profetas y de quienes vendría el Mesías.

Además, la fe de Abraham es un ejemplo para todos los creyentes. Su confianza en Dios y su obediencia son un modelo de cómo debemos responder a la llamada divina y esperar en sus promesas.

En resumen, la revelación de Dios a Abraham en Génesis 12 es un momento clave en la historia de la salvación. La promesa de bendición y de descendencia que Dios le hizo a Abraham fue el inicio de una larga historia de fe y obediencia que culminó en la llegada de Jesucristo y su sacrificio redentor en la cruz. La fe y la obediencia de Abraham son un modelo para todos los creyentes, recordándonos que Dios es fiel a sus promesas y que podemos confiar en él en cualquier circunstancia.

Cómo se reveló Dios a Samuel cuando era niño

Samuel, uno de los grandes profetas del Antiguo Testamento, fue elegido por Dios desde muy joven para cumplir un papel importante en la historia de Israel. Su nacimiento fue el resultado de una petición ferviente de su madre, la cual le consagró a Dios desde su nacimiento.

Samuel fue criado por el sacerdote Eli en el templo de Silo, donde aprendió los oficios sacerdotales. Sin embargo, a pesar de su juventud, tuvo una experiencia única que marcaría su vida para siempre: la revelación de Dios.

Según narra la historia bíblica, en una noche mientras se encontraba descansando en el templo, Samuel escuchó una voz que lo llamaba por su nombre. Al principio, él creyó que se trataba de Eli, pero al acudir donde éste se encontraba, el sacerdote le indicó que no lo había llamado.

El mismo acontecimiento se repitió varias veces, y en cada ocasión, Samuel acudía donde Eli para preguntar si había sido él quien lo llamaba. Finalmente, Eli comprendió que se trataba de Dios quien estaba hablando con el joven profeta y le sugirió que respondiera "Habla, Señor, que tu siervo escucha".

Samuel así lo hizo y comenzó a escuchar la voz de Dios que le revelaba su voluntad. En su primera revelación, Dios le anunció a Samuel un juicio sobre la casa de Eli a causa de las malas acciones de sus hijos. Samuel estaba naturalmente asustado pero, al mismo tiempo, comprendió que su vocación era escuchar a Dios y obedecer sus órdenes.

La revelación de Dios a Samuel fue el inicio de una vida plena de poderes divinos que le permitieron gobernar con justicia en un país a menudo dividido. Su historia es un testimonio de cómo Dios elige a quien quiere para llevar a cabo sus propósitos independientemente de la edad o el estatus social.

Qué enseñanza ofrece la historia de Samuel

La historia de Samuel ofrece una enseñanza valiosa para los creyentes de hoy sobre cómo Dios se revela y actúa en nuestras vidas. Esta historia nos recuerda que Dios no tiene límites para expresarse, así como no requiere de edades determinadas para manifestarse.

La historia de Samuel también sirve como un llamado a la acción para los cristianos: escuchar y obedecer los mandatos de Dios. Samuel siempre estaba dispuesto a escuchar y obedecer las órdenes de Dios sin importar cuáles fueran las consecuencias. Esta actitud lo convierte en un ejemplo para cualquier persona que busque complacer a Dios y estar cerca de Él.

La historia de Samuel nos muestra la importancia de ser servidores fieles y humildes de Dios, especialmente para aquellos que han sido elegidos por Dios para un propósito específico en la vida. Samuel fue escogido por Dios para ser profeta a una edad temprana y, sin embargo, siempre mantuvo una actitud de humildad y disposición. Él entendía que el poder no venía de él, sino de Dios, quien le había elegido para ser su siervo fiel.

Conclusión

En resumen, la historia de Samuel es una prueba del poder y la magnificencia de Dios. La revelación divina que Samuel experimentó cuando era niño fue el comienzo de una vida de servicio y conexión íntima con el Creador.

La historia nos muestra que Dios puede elegir a cualquiera para llevar a cabo sus propósitos, y que debemos estar atentos y receptivos a su llamado. La actitud humilde y dispuesta de Samuel sirve de ejemplo para todos aquellos que buscan tener una relación profunda con Dios y escuchar su voz.

Finalmente, esta historia sirve de recordatorio a los creyentes de que Dios sigue hablando y manifestándose en el mundo de hoy y que, a menudo, sus revelaciones pueden ser sorprendentemente simples, como en el caso de Samuel, que apenas oyó' su voz pero supo discernir que era la voz de Dios quien le estaba hablando.

La reveación divina en el Antiguo Testamento

La historia de Moisés y la zarza ardiente es una de las más conocidas y poderosas de toda la Biblia. No solo nos habla de la intervención sobrenatural de Dios en la vida de un hombre, sino que también nos da una idea de cómo Dios se reveló a su pueblo en el Antiguo Testamento.

La historia se encuentra en el libro de Éxodo, capítulo 3. Moisés, quien había huido de Egipto después de matar a un egipcio, estaba pastoreando las ovejas de su suegro en el monte Horeb. Allí, vio una zarza que ardía pero no se consumía. Al acercarse para verla más de cerca, Dios le habló desde la zarza.

La revelación de Dios a Moisés en la zarza ardiente fue una experiencia única y transformadora. A través de ella, Dios le dio a conocer su nombre y le reveló su plan para liberar a los hijos de Israel de la esclavitud en Egipto.

Dios se reveló a Moisés de tres maneras en la zarza ardiente:

1. A través de la zarza ardiente

La primera manera en que Dios se reveló a Moisés fue a través de la zarza ardiente. La zarza estaba en llamas, pero no se consumía. Esto llama la atención de Moisés y hace que se acerque para investigar. Al acercarse, Dios le habla desde la zarza, diciendo: "Moisés, ¡Moisés!" (Éxodo 3:4).

La zarza ardiente es un símbolo de la presencia de Dios. A través de ella, Dios muestra su poder y su santidad. La zarza ardiente no se consume porque Dios es eterno y su poder no tiene fin. La zarza ardiente es una señal de que Dios estaba presente y dispuesto a hablar con Moisés.

2. A través del nombre de Dios

La segunda manera en que Dios se reveló a Moisés fue a través de su nombre. Cuando Moisés pregunta quién es él, Dios responde: "Yo soy el que soy" (Éxodo 3:14). Este es un nombre muy significativo. En hebreo, se escribe יהוה y se conoce como el "Tetragrámaton" (cuatro letras). Es el nombre más importante y sagrado de Dios en el Antiguo Testamento y se pronuncia como "Yahveh" o "Jehová".

El nombre de Dios revela su carácter y su personalidad. "Yo soy el que soy" indica que Dios es quien es, y que su esencia y su naturaleza son únicas e incomparables. A través de su nombre, Dios se reveló a Moisés como el Dios verdadero y vivo, que tiene poder para liberar a los hijos de Israel de la esclavitud en Egipto.

3. A través de su plan para liberar a los hijos de Israel

La tercera manera en que Dios se reveló a Moisés fue a través de su plan para liberar a los hijos de Israel de la esclavitud en Egipto. Le dijo a Moisés: "He visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus rigurosos capataces; pues conozco sus sufrimientos" (Éxodo 3:7). Dios le dijo a Moisés que iba a enviarlo a Faraón para que liberara a los hijos de Israel y los llevara a la tierra prometida.

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El plan de Dios para liberar a los hijos de Israel es una muestra del amor incondicional de Dios por su pueblo. A través de este plan, Dios demostró que él es fiel y poderoso para cumplir su promesa.

En conclusión, la revelación de Dios a Moisés en la zarza ardiente es una historia poderosa sobre la presencia y el poder de Dios. Esta experiencia transformó la vida de Moisés y lo llevó a cumplir el llamado de Dios en su vida. A través de la zarza ardiente, Dios se reveló a Moisés como el Dios verdadero y vivo, que tiene el poder de liberar a su pueblo. Y a través de la vida de Moisés, podemos aprender acerca de la fidelidad y el amor incondicional de Dios hacia su pueblo.

En la Biblia, encontramos numerosos relatos de cómo Dios se reveló a los profetas de diferentes maneras. En el caso de Isaías, la revelación de Dios fue especialmente significativa, ya que su llamado a ser profeta fue un momento crucial en la historia de la salvación.

Según el capítulo 6 del libro de Isaías, todo sucedió en el año en que el rey Uzías murió. Isaías estaba en el templo cuando tuvo una visión de Dios sentado en un trono rodeado de serafines. Estos seres celestiales tenían seis alas, y cantaban palabras de alabanza a Dios: "Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria." (Isaías 6:3).

La visión fue tan impactante que Isaías se sintió completamente abrumado y temeroso. Reconoció su propia indignidad ante la santidad de Dios y se percibió como un hombre de labios impuros que habitaba en medio de un pueblo de labios impuros. Fue entonces cuando uno de los serafines se acercó a él con una brasa ardiente en la mano, que había tomado con unas tenazas del altar. El serafín tocó con la brasa los labios de Isaías y le dijo: "Mira, esto ha tocado tus labios; tu maldad ha sido eliminada, y tu pecado, perdonado." (Isaías 6:7).

Después de esta purificación, Isaías obtuvo la audacia necesaria para responder al llamado de Dios. Cuando Dios preguntó: "¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?", Isaías respondió: "Aquí estoy. Envíame a mí" (Isaías 6:8).

Este relato es una demostración poderosa de la santidad de Dios y la necesidad de purificación antes de servirle. Isaías reconoció su necesidad de perdón y purificación, y una vez que esto se le concedió, pudo responder al llamado de Dios.

Es interesante notar que mientras la visión de Dios sentado en su trono es impresionante en sí misma, es la purificación de Isaías la que parece haber sido el momento más significativo. No fue hasta que se purificó que pudo alcanzar el propósito para el cual fue llamado.

Este concepto es importante para recordar en nuestros propios llamados y ministerios. Es fácil enfocarnos en la tarea que se nos ha dado o en la impresionante revelación de Dios, pero es crucial recordar que primero necesitamos purificación y perdón. Solo entonces podemos responder adecuadamente al llamado de Dios y servir efectivamente en su Reino.

Otra lección que podemos sacar de este relato es la importancia de la humildad. Isaías se dio cuenta de que no era digno de la presencia de Dios y reconoció su propia inmundicia. Esta humildad es esencial para cualquier persona que busca servir a Dios. No podemos servir a Dios eficazmente si estamos llenos de orgullo y auto-importancia. En cambio, debemos reconocer que todo lo que tenemos y todo lo que somos es un regalo de Dios, y estamos en deuda con él por todo.

Finalmente, este relato nos recuerda la grandeza y la santidad de Dios. Como el serafín cantó en la visión de Isaías, Dios es "Santo, santo, santo". No somos dignos de él, pero aún así nos llama a hacer su voluntad y servir en su Reino. Debemos responder a ese llamado con humildad y purificación, sabiendo que todo lo que hacemos es gracias a su gracia y su poder.

En conclusión, la revelación de Dios a Isaías es un relato poderoso y conmovedor que nos enseña importantes lecciones sobre la santidad de Dios, la humildad y la necesidad de purificación antes de servirle. Que podamos ser humildes y dispuestos a someternos a la voluntad de Dios en nuestras propias vidas y ministerios, sabiendo que todo lo que hacemos es gracias a él y para su gloria.

La reveación divina en el Antiguo Testamento

En la religión judía y cristiana, el Antiguo Testamento es una recopilación de libros sagrados que contienen la historia de la creación, la relación entre Dios y el hombre, y la promesa de un Mesías redentor. En ellos encontramos diferentes formas por las que Dios se revela a su pueblo, una de ellas es a través de los profetas. Entre ellos se encuentran los profetas mayores y menores, cada uno con características y formas de revelación propias.

Los profetas mayores son Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel y Daniel. Se les llama mayores debido a la extensión de sus libros y a su importancia dentro de la tradición profética. Por otro lado, los profetas menores son doce: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías. A pesar de que sus libros son más cortos, su contenido es de gran importancia para entender la revelación divina en el Antiguo Testamento.

Una diferencia entre los profetas mayores y menores es el énfasis en su mensaje. Los profetas mayores suelen enfocarse en la denuncia del pecado del pueblo de Israel y en las consecuencias que este traerá si no hay arrepentimiento. También hablan sobre la figura del Mesías y cómo su venida traerá la redención del pueblo. Por otro lado, los profetas menores tienen un mensaje más centrado en la restauración y la esperanza. Suelen hablar sobre el castigo por el pecado, pero enseguida presentan la posibilidad de perdón y restauración.

Otra diferencia entre los profetas mayores y menores es la forma en la que recibieron su revelación. Los profetas mayores tuvieron sus revelaciones a través de visiones y sueños. Isaías tuvo una visión en la que vio a Dios sentado en su trono rodeado de serafines y se sintió indigno ante su presencia (Isaías 6:1-8). Ezequiel tuvo una visión en la que vio a Dios en un trono en medio de un carro de fuego (Ezequiel 1:4-28). Daniel tuvo una serie de sueños en los que se le revelaron eventos futuros, como el surgimiento de imperios mundiales y la venida del Mesías (Daniel 2 y 7).

Por otro lado, los profetas menores recibieron su revelación de manera más cotidiana, a través de la voz interior de Dios hablando directamente a su corazón. Oseas recibió el mensaje de Dios a través de su experiencia personal con su esposa infiel y su amor inquebrantable hacia ella (Oseas 1-3). Amós, un pastor de ovejas, fue llamado por Dios para llevar un mensaje de justicia y juicio a los ricos y poderosos de Israel (Amós 7:14-15). Jonás, quien inicialmente rechazó su llamado profético, recibió una revelación a través de su experiencia en el vientre de un pez gigante (Jonás 1-2).

En cuanto a su estilo literario, los profetas mayores y menores también difieren. Los profetas mayores suelen usar un lenguaje poético altamente simbólico para describir las visiones que han tenido. Por ejemplo, en la visión de Ezequiel ya mencionada, la descripción del carro de fuego y de los seres vivientes que lo acompañan tiene un lenguaje altamente simbólico. Los profetas menores, por otro lado, usan un lenguaje más directo y a menudo usan imágenes y metáforas tomadas de la vida cotidiana para transmitir su mensaje. Por ejemplo, en Miqueas 6:8 se pregunta: "¿Qué pide de ti el Señor sino que practiques la justicia, que ames la misericordia y que camines humildemente con tu Dios?".

En resumen, aunque todos los profetas del Antiguo Testamento tienen en común su vocación de llamado y su mensaje de arrepentimiento, perdón y restauración, los profetas mayores y menores tienen diferencias en su enfoque, la forma en que recibieron su revelación y su estilo literario. Esto demuestra la riqueza y la diversidad de la revelación divina en el Antiguo Testamento y nos recuerda la importancia de leer y estudiar estos libros sagrados para comprender mejor el mensaje de Dios para nuestra vida.

En la historia bíblica del Antiguo Testamento, Dios escoge a Moisés para ser su mensajero y liderar a los israelitas fuera de la esclavitud en Egipto. Uno de los momentos más significativos en la vida de Moisés fue su encuentro con Dios en el Monte Sinaí, donde se le entregó el Decálogo, también conocido como los Diez Mandamientos. Pero, ¿cómo se comunicó Dios con Moisés en esta revelación?

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Antes de que Moisés subiera al monte, Dios le dio instrucciones específicas sobre cómo debía acercarse a Él y cómo debía protegerse. En Éxodo 19:10-12 se puede leer: "Y dijo Jehová a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana, y laven sus vestidos, y estén preparados para el tercer día; porque al tercer día Jehová descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí. Y señalarás límites al pueblo alrededor, diciendo: Guardaos, no subáis al monte, ni toquéis el límite de él; cualquiera que tocare el monte, de seguro morirá".

Este fue el primer paso para preparar a Moisés para el encuentro con Dios. Él y el pueblo de Israel tuvieron que separarse y purificarse antes de que Dios descendiera sobre el monte. Una vez realizados estos preparativos, llegó el día en que Dios se revelaría a los israelitas.

La forma en que Dios se comunicó con Moisés en el monte Sinaí no fue a través de una voz audible, sino que fue más bien mediante una aparición majestuosa. En Éxodo 19:18 se puede leer: "Y todo el monte de Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera". Esta aparición dio a conocer la presencia sobrenatural de Dios.

Moisés subió al monte para encontrarse con Dios, y allí recibió una revelación divina en la que Dios le entregó los Diez Mandamientos escritos en dos tablas de piedra. Mientras tanto, el resto del pueblo de Israel permaneció en el campamento que habían establecido a los pies del Monte Sinaí.

En Éxodo 20:1-17, se detallan los Diez Mandamientos entregados a Moisés. Muchos de ellos son preceptos morales y éticos fundamentales que siguen teniendo vigencia hoy en día, como "Honra a tu padre y a tu madre", "No matarás", "No robarás" y "No codiciarás la casa de tu prójimo".

Pero no solo se entregaron los Diez Mandamientos en aquel momento. Según el relato bíblico, Dios también dio a Moisés instrucciones detalladas sobre cómo construir el tabernáculo, un lugar para la adoración y la oración que los israelitas llevarían consigo en sus viajes por el desierto.

Para comunicarse con Moisés sobre estos detalles específicos, Dios utilizó una voz audible. De hecho, cuando Moisés descen-dió del monte con las tablas de los mandamientos, se encontró con que el pueblo había creado un ídolo de oro mientras él estaba ausente. Luego de destruir el ídolo y castigar a los israelitas rebeldes, Moisés entró en el tabernáculo para comun-icarse con Dios.

En Números 7:89 se puede leer: "Cuando Moisés entraba en el tabernáculo de reunión para hablar con Dios, oía una voz que hablaba con él desde encima del propiciatorio que estaba sobre el arca del testimonio, de entre los dos querubines; y hablaba con él". Aquí se describe cómo Dios hablaba con Moisés de manera audible desde el tabernáculo.

En resumen, Dios se comunicó con Moisés de varias maneras durante la revelación del Decálogo. Al principio, Dios se reveló a través de una aparición majestuosa en el monte Sinaí, mientras que para entregar detalles específicos sobre la construcción del tabernáculo utilizó una voz audible desde el interior del mismo. Estas diferentes formas de comunicación reflejan la complejidad y la diversidad de la relación entre Dios y los seres humanos en la tradición religiosa.

La reveación divina en el Antiguo Testamento

Jeremías fue uno de los profetas más destacados del Antiguo Testamento, y su llamado para profetizar la palabra de Dios fue bastante peculiar. En este artículo vamos a profundizar en cómo Dios se reveló a Jeremías y cómo fue llamado a ser profeta.

La llamada de Jeremías a ser profeta se encuentra en el libro que lleva su nombre, en el Antiguo Testamento de la Biblia. En este libro, Jeremías describe cómo Dios se reveló a él cuando tenía alrededor de veinte años. En el primer capítulo del libro de Jeremías, se puede ver claramente cómo fue este encuentro divino.

Jeremías recibe la llamada de Dios

El libro de Jeremías comienza hablando de cómo Dios se reveló a Jeremías: “La palabra de Jehová vino a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué; te di por profeta a las naciones.” (Jeremías 1:4-5). Es evidente que la elección de Jeremías como profeta de Dios no fue un asunto casual o caprichoso, sino que fue planificado y orquestado por Dios mismo.

En este pasaje de Jeremías, se puede observar que Dios ya había determinado que Jeremías sería su profeta antes incluso de que él naciera. Este hecho demuestra que Dios tiene un plan divino para cada uno de nosotros, y que nos ha creado para cumplir un propósito específico en esta vida.

Dios capacita a Jeremías

Después de su encuentro con Dios, Jeremías se siente incapaz de cumplir con el llamado que Dios le ha hecho, y se siente inadecuado para semejante tarea. Sin embargo, Dios refuta esta actitud de Jeremías diciéndole: “No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande” (Jeremías 1:7).

Dios le da la seguridad de que lo capacitará para hacer todo aquello a lo que le ha llamado. Jeremías no estaba solo y se dio cuenta de que quien lo envió con un mensaje para las naciones estaba con él y lo llevaría adelante.

Dios equipó a Jeremías mientras estaba en su vientre

Dios le asegura a Jeremías que El lo había preparado para tal misión y que no tenía que preocuparse. En el versículo 5 ya habíamos visto que Dios lo había santificado antes de nacer. En el versículo 10 Dios le dice que le estaba dando autoridad para arrancar y plantar, para destruir y edificar. Desde el útero de su madre Dios le había equipado poderosamente para ser un portavoz del Altísimo.

Dios le da una visión a Jeremías

Después de haber hablado con Jeremías, Dios le mostró una visión de un “ramo de almendro”, lo que representaba que Dios estaba viendo con rapidez lo que estaba por suceder. Además, Dios tenía tres palabras en su boca que le dijo a Jeremías: “Mira, yo velo sobre mi palabra para cumplirla” (Jeremías 1:12).

Esta visión tenía la intención de confirmarle a Jeremías que Dios había tomado en cuenta todo lo que estaba sucediendo en Judá y en todo el mundo y que su plan se estaba cumpliendo. Dios estaba manipulando todas las situaciones, incluso las que parecen violentas y negativas, para cumplir con sus planes.

Todos somos llamados a servir a Dios

En conclusión, la llamada de Dios a Jeremías es una lección para todos nosotros. Es necesario saber que Dios tiene un propósito y un plan para cada uno de nosotros, y que a menudo ese plan puede ser diferente de lo que nosotros deseamos o imaginamos. Debemos estar dispuestos a seguir la dirección divina y estar seguros de que Dios nos equipará para cumplir con su llamado.

Así que, ¿cómo se reveló Dios a Jeremías cuando fue llamado a ser profeta? Dios se le apareció y le dio palabras de ánimo y de afirmación. Dios le enseñó a Jeremías que estaba equipado para cumplir con su llamado, y que Dios estaba con él en todo momento. La promesa de Dios en el libro de Jeremías sigue siendo verdad hoy: Él nos conoce antes de nacer, y nos ha preparado para su servicio.

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