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La gracia santificante: el poder que nos transforma

La gracia santificante es uno de los conceptos centrales de la teología católica. A continuación, responderemos a cinco preguntas frecuentes sobre la gracia santificante y su importancia en la vida del creyente.

Índice
  1. ¿Qué es la gracia santificante?
  2. ¿Cómo se obtiene la gracia santificante?
  3. ¿Qué efectos tiene la gracia santificante?
  4. ¿Puede perderse la gracia santificante?
  5. ¿Cómo puedo vivir en la gracia santificante?

¿Qué es la gracia santificante?

La gracia santificante es un don gratuito de Dios que nos hace partícipes de su vida divina. Es una acción sobrenatural que nos lleva a la unión con Dios y nos hace capaces de obrar de acuerdo con su voluntad. Es la gracia que nos justifica, es decir, nos hace justos ante Dios, y nos hace aptos para las demás gracias que Dios quiere concedernos.

San Pablo nos habla de la gracia santificante en su carta a los Romanos: "Justificados, pues, por la fe, estamos en paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido el acceso a esta gracia en que estamos firmes" (Rm 5,1-2).

¿Cómo se obtiene la gracia santificante?

La gracia santificante se obtiene principalmente por medio de los sacramentos, especialmente el bautismo. En el bautismo, somos liberados del pecado original y recibimos la gracia santificante que nos hace hijos de Dios y miembros de la Iglesia. También recibimos la gracia santificante en los demás sacramentos, como la confirmación, el matrimonio o la ordenación sacerdotal.

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Sin embargo, Dios también puede concedernos la gracia santificante de otras maneras, como por ejemplo, a través de la oración, las buenas obras o la lectura espiritual. En cualquier caso, es importante recordar que la gracia santificante es un don gratuito de Dios, que no merecemos y que no podemos ganar por nuestros propios medios.

¿Qué efectos tiene la gracia santificante?

La gracia santificante tiene varios efectos en la vida del creyente. En primer lugar, nos justifica ante Dios y nos hace capaces de obrar de acuerdo con su voluntad. En segundo lugar, nos hace partícipes de la vida divina y nos lleva a la unión con Dios. En tercer lugar, nos hace aptos para recibir las demás gracias que Dios quiere concedernos.

Además, la gracia santificante nos ayuda a crecer en la virtud y a evitar el pecado. Nos da fuerza para resistir las tentaciones y para seguir adelante en la vida cristiana. También nos hace capaces de amar a Dios y a los demás de una manera cada vez más perfecta.

¿Puede perderse la gracia santificante?

Sí, la gracia santificante puede perderse por el pecado mortal. El pecado mortal es una violación grave de la ley de Dios, que implica un rechazo consciente y libre de su amor. El pecado mortal nos separa de Dios y nos priva de la gracia santificante.

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San Juan nos dice en su primera carta: "Todo el que odia a su hermano es un homicida, y sabéis que ningún homicida tiene la vida eterna permanente en él" (1 Jn 3,15).

Sin embargo, aun cuando hemos perdido la gracia santificante, Dios siempre está dispuesto a perdonarnos y a acogernos de nuevo en su amor. Por eso es importante acudir al sacramento de la reconciliación, donde podemos recibir el perdón de Dios y recuperar la gracia santificante.

¿Cómo puedo vivir en la gracia santificante?

Para vivir en la gracia santificante es fundamental cultivar una vida de oración, de sacramentos y de virtud. La oración nos ayuda a mantener una relación cercana con Dios y a reconocer su presencia en nosotros y en el mundo que nos rodea. Los sacramentos nos dan la gracia santificante que necesitamos para vivir según la voluntad de Dios. La virtud nos ayuda a ordenar nuestra vida hacia aquello que es bueno y verdadero, y a evitar pecados que puedan alejarnos de la gracia.

Asimismo, es importante cultivar una vida de fraternidad y de servicio a los demás. El amor a los demás es una expresión de nuestro amor a Dios y nos ayuda a crecer en la gracia santificante. En definitiva, para vivir en la gracia santificante es necesario entregarnos plenamente a Dios y buscar siempre su voluntad en todo lo que hacemos.

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